Los antonautas nos hemos regalado por fin una de esas visitas que teníamos archivadas en el baúl de Asuntos Pendientes y hemos conocido, y desde luego gozado un montón, el Parque dos Sentidos de Marín, también llamado Finca de Briz por ser esta familia, Briz, la última que la disfrutó a título particular como residencia de verano. El Concello de Marín se la compró en 1999 y, tras un largo y laborioso proceso de rehabilitación, el parque fue inaugurado en 2011.

Traspasada la entrada, lo primero que nos encontramos en el Parque dos Sentidos es el chalé de la familia Briz, hoy convertido en Centro de Servicios Sociais. Detrás nos topamos con la primera sorpresa: un estanque al que correrán los niños para jugar con un tornillo de Arquímedes y que puede ser atravesado saltando pasos.
La explanada acoge así mismo otro edificio -la Escola Municipal de Música-, un parque infantil, un hórreo y la primera de las esculturas de madera que nos irán apareciendo durante todo el recorrido.
También hallaremos por todo el parque estructuras de metal que rodean algunos árboles y arbustos explicándonos sus propiedades. Hay naranjos, cerezos, olivos, abedules, azaleas…
Ascendiendo por un bonito camino entre vegetación alcanzamos un segundo nivel en el que encontramos varios instrumentos -campanas tubulares y timbales- unidos con baquetas para que podamos experimentar con distintos sonidos. Toda una experiencia para pequeños y mayores. Hubo canciones y bailes, fue divertidísimo.
Al fondo, dos tumbonas permiten tomar el sol viendo la ría al fondo sobre los tejados.
Continuando ahora en este nivel pero en sentido contrario llegamos a otro estanque cubierto del verde de las hojas y con fondo de piedras blanca. La fuente y los pequeños saltos nos permiten relajarnos oyendo el murmullo del agua. Justo delante, se erige un gran tronco tallado («oh, un poste tótem, como los de los Little Einsteins») bautizado como El bosque animado y que se realizó en memoria del jardinero municipal Julio Medavilla tal y como nos desvela una placa.
Otra pendiente nos permite alcanzar la cumbre del parque y hacer otro gran descubrimiento: un maravilloso parque infantil de madera coronado por un molinillo de viento.
Esta área cuenta con bancos, papeleras y zonas de sombra y es de agradecer el airillo que corría. La estrella, sin lugar a dudas, es un tobogán gigante al que no pueden resistirse los adultos (reconozco que yo bajé frenándome, pero pude consolarme al comprobar que no era la única a quien le imponía).
Salvando los distintos desniveles del terreno, los comandantes antonautas se lo pasaron en grande con escaleras de tronco -arenas movedizas, decían-, una gran red para trepar, una cuerda para subir por las raíces de los árboles, una rampa rocódromo y varios toboganes más.
Bajando después por senderos frondosos alcanzamos otro edificio de piedra, delante del cual se erige otro vergel de agua y verde gracias a un lavadero y una fuente. Estas se abren a un gran auditorio al aire libre, donde, a la sombra del escenario, aprovechamos para comer de picnic pues hay que decir que si bien hay bancos diseminados por todo el Parque dos Sentidos, lo que no vimos fue ninguna mesa. Las bancadas del auditorio se sitúan detrás del edificio que hace de Escola de Música y nos conducen, bordeando un lado de la explanada del principio, a la entrada del recinto.
No obstante, si volvemos atrás daremos con otro rincón mágico que proporciona la escultura de un caracol ante otro pequeño salto de agua. Volvemos así ante el estanque en el que iniciamos el recorrido y cabe decir que, tras el lateral del chalé, hay también un quiosco, que sospechamos que no está en funcionamiento, y encontramos los aseos, amplios e impecables. Sólo les haría falta un cambiador para sacar un diez. También hallamos, por último, otro grupo escultórico.
No podemos menos que reconocer que el Parque dos Sentidos respondió con creces a nuestras expectativas, que lo pasamos todos como enanos y que nos encantó en gran medida por eso, porque lo puede disfrutar toda la familia. ¡Que conste en acta, además, que los adultos sin niños también se tiraban por el tobogán! ¿Hay sentido del vértigo? En cuanto al resto de los sentidos, los antonautas cumplimos con el nombre del parque: la vista, el oído y el olfato los afinamos todos bien y algunos que yo sé dieron buena cuenta del tacto en todo tipo de tierras, hojas y piedras. Valga la comida por el sentido del gusto.
Llegar al Parque dos Sentidos es muy fácil. Basta seguir la vía principal de entrada en Marín. Pasada la Escuela Naval sólo hay que fijarse en unos indicadores rosas que ponen ‘Finca de Briz’. Quizás no podáis aparcar justo al lado pero hay dos zonas públicas de aparcamiento, una a la izquierda, hacia el mercado de abastos junto al túnel bajo el que pasa el río Landeira, y otra a la derecha en la subida al Castro de A Subidá. Este parking queda justo al lado del auditorio del conjunto.
Si queréis alargar la jornada disfrutando de la naturaleza, os recomendamos acercaros al área recreativa de la Lagoa de Castiñeiras y el Parque Natural de Cotorredondo, a caballo entre los concellos de Marín y Vilaboa.
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