
Ya que estábamos en Marín, los antonautas aprovechamos la tarde del sábado para sacarnos otra espinita, que era la de no conocer aún el Parque Natural de Cotorredondo, donde se encuentra la famosa Lagoa de Castiñeiras, y he de confesar que nos dejó un sabor agridulce pues el lugar es bonito pero nos pareció que se encontraba algo, o bastante, abandonado.
De lo anunciado en los indicadores, no existe ni rastro del Observatorio de Fauna o el cercado que acogía ciervos, gamos y corzos (con la consiguiente desilusión de los comandantes antonautas por no poder ver a Bambi) pero es que, además, después leímos que había sido sustituido en 2010 por el denominado Parque Biolóxico de Cotorredondo, cuyo fin era dar a conocer diferentes ecosistemas de las fragas gallegas, y nos encontramos con una zona vallada por alambre que está enteramente tomada por la maleza. Además la caseta de información y los aseos estaban cerrados, el Aula de Interpretación es una pequeña edificación limitada a ofrecer algunas leyendas explicativas y folletos totalmente obsoletos, y no nos quedó nada claro que el Centro de Recuperación de Fauna se encuentre en activo.

Ahora vamos con la parte agradable, que es la del lago en sí, el ver cómo nadan sus carpas, el paseo por los senderos que lo bordean (salvo en el lado que da a la carretera), la isla que tiene en un extremo y en la que anidan patos o la colindante área de riachuelos atravesados por pequeños pasos de madera y que presenta, casi pegada ya a la laguna, una especie de canalizaciones de piedra que provocan pequeños saltos de agua.
Encontramos también un montón de especies arbóreas como pino, eucalipto, laurel, abedul, roble… acompañados algunos ejemplares de paneles identificativos (muchos de ellos ilegibles por el deterioro) y vimos dos parques infantiles o, siendo realistas, uno que pueda calificarse como tal y que en honor de la verdad a los comandantes antonautas les gustó con sus juegos de madera y los columpios (uno de ellos roto).
Este parque infantil se encuentra detrás del Centro de Recuperación en un pinar con merendero. Y esto sí que hay que reconocerlo: nunca habíamos visto tantas y tantas mesas, bancos, parrillas y fuentes por aquí y por allá. Como base para comidas campestres, lo cierto es que este Parque Natural de Cotorredondo es imposible que tenga rival. No nos extraña que se hayan asociado incondicionales para exigirle a la Xunta que les permita hacer fuego para barbacoas. Vimos muchas familias y grupos de amigos, también celebraciones de cumpleaños y partidas de cartas. Ayudaba sin duda a la animada concurrencia la existencia de un bar y de un quiosco.

Entre lo bueno del parque, no podemos dejar de destacar también la subida al mirador de Cororredondo, a dos kilómetros de la laguna y a 550 metros sobre el nivel del mar. Aunque en el Aula da Natureza nos dijeron que la torre de vigilancia estaría cerrada, hicimos bien en subir encomendándonos al «ya que estamos aquí» pues tuvimos la suerte de encontrarla abierta (sí, al parecer esto es una lotería).
Desde arriba, las vistas sobre las rías de Vigo, con la ensenada de San Simón, y de Pontevedra, con las islas de Ons y Sálvora, merecen la pena. Lo de que se ve la de Arousa en días claros supongo que será para ojos avezados, pero lo cierto es que el mirador se conoce también como el de las Tres Rías. Por si os lo encontrarais cerrado, os diremos que varios recodos en la carretera de subida ofrecen también buenas vistas.

Desde la laguna, la subida al mirador se hace siguiendo el primer desvío a la derecha en dirección a Figueirido. En el cruce es donde se halla el bar y en los márgenes de esta carretera en pendiente nos encontraremos con el quiosco, unos aseos que sí estaban abiertos y otras zonas de aparcamiento, además de por supuesto más y más mesas y bancos. También es por donde se va, torciendo después a la izquierda, al otro parque infantil (apenas un tobogán y un columpio) y a la Mámoa do Rei. Por estar restaurada, constituye el elemento más interesante de los yacimientos arqueológicos del megalítico y la Edad de Bronce diseminados por el parque natural.

Igual el post parece algo negativo pero lo cierto es que el lugar nos gustó, es perfecto para pasear y pasar un agradable día de campo y comida al aire libre. Los niños tienen sitio de sobra para correr y jugar, se entretendrán viendo a los patos, las carpas, los ‘muxos’, las mariposas… Se puede hacer senderismo y vimos a un montón de ciclistas. El mirador y la mámoa también merecen la pena. Lo único que hay que saber es que como cacareada área de educación ambiental hoy en día deja que desear. Y también, por supuesto, que no está permitido el baño. ¿Cuál es vuestra impresión?
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