Ruta literaria inspirada en la novela de Joël Dicker ‘El enigma de la habitación 622’
Jöel Dicker convierte en oro todo lo que escribe. Así ha sido desde que publicó en 2012 La verdad sobre el caso Harry Quebert, la novela con la que saltó a la fama gracias al reconocido editor francés Bernard de Fallois.
De Fallois falleció hace dos años y, a modo de homenaje, Dicker publicó El enigma de la habitación 622 el verano pasado. En esta novela alterna la narración de la relación real entre ambos con una historia de ficción, de misterio y folletinesca, que presenta múltiples vueltas de tuerca perfectamente ensambladas y que gira en torno a un triángulo amoroso formado por Macarie Ebezner; su mujer; Anastasia; y el amante de esta, Lev Levovitch. Los dos hombres son los principales candidatos a ocupar la presidencia del primer banco suizo. La decisión está en manos del siniestro Targonol.
Convertida en best seller nada más ver la luz, El enigma de la habitación 622 se desarrolla en numerosos escenarios, desde Madrid a San Petersburgo, pasando por Viena o Corfú. No obstante, hay dos que sobresalen por encima de los demás: Verbier, en los Alpes suizos, y la ciudad natal del escritor, Ginebra. En el primero se comete el asesinato que actúa de hilo argumental; en el segundo viven el propio autor y los personajes vinculados al crimen.
Jöel Dicker es profuso y detallista en la ambientación. Calles, barrios, parques, museos, restaurantes, hoteles y, cómo no, el Lago Léman y su Jet d’Eau, desfilan por la obra con la clara intención de marcar diferencias sociales y dejar patente que, pese a que él es natural del país helvético, no tiene ningún reparo en parodiar esa Suiza tópica de grandes banqueros, cuentas ocultas, lujo y apariencias, muchas apariencias.
¿Quieres conocer la ciudad más cospolita y con más contrastes de Suiza? Con esta ruta literaria inspirada en la novela de Dicker harás todas las visitas imprescindibles en Ginebra en tres días.
Día 1. Centro histórico de Ginebra
Barrio de Champel
Es evidente que a Dicker le gusta el barrio burgués de Champel.
“Aparqué delante de mi edificio. Scarlett se quedó maravillada con la callecita de sentido único, encantadora y frondosa, que se llamaba avenida, que bordeaban por un lado los edificios antiguos y por otro el parque Bertrand”.
Ubica en este barrio el apartamento de la secretaria de Macaire y Lev, la casa en la que vivieron sus mejores tiempos de matrimonio los padres de este último y también su propio domicilio. En el arranque de la novela nos dice que la está escribiendo en el número 13 de la avenida de Alfred Bertrand. ¿No te parece que no hay mejor inicio para nuestra ruta literaria?
Museo de Arte e Historia
Dirígete a continuación al casco histórico ginebrino. De camino, te invito a hacer dos paradas: una, ante el edificio del Consulado de Italia, donde trabajó la madre de Lev; y otra, en el Museo de Arte e Historia. Constituye el escenario perfecto para un cóctel de alto copete.
“Es para los mecenas importantes y uno de ellos es el banco. Lo sirven en el patio interior, será bonito”, señala Macaire.
Pienso que puede ser difícil que te inviten a un cóctel, pero lo que sí puedes es visitar el museo. Inaugurado en 1910, exhibe en su interior más de siete mil piezas que abarcan desde la prehistoria hasta nuestros días, con secciones específicas de arqueología, artes aplicadas o bellas artes.
Catedral de San Pedro
El siguiente destino es la catedral de san Pedro, que marca el corazón de la zona antigua de Ginebra y que en la novela acoge el funeral por el padre de Macaire, presidente del Banco Ebezner. La historia de la catedral ginebrina se remonta al menos hasta al siglo IV, como han revelado los restos arqueológicos descubiertos bajo sus cimientos y que son visitables.

Definido como de estilo ecléctico, el edificio actual fue construido en el siglo XII pero sufrió importantes transformaciones en el XVI, cuando Calvino la erigió en centro rector del protestantismo predicando en él durante veinte años. Uno de los principales atractivos de su austero interior, al que se accede gratuitamente, es ver precisamente la silla de madera desde la que el padre del calvinismo daba sus sermones.
Antiguo Arsenal
Muy cerca de la catedral debes prestar atención a otros dos edificios. Uno es el Antiguo Arsenal, ubicado enfrente del Ayuntamiento, y fácilmente reconocible por los cinco cañones que luce bajo sus arcadas. Se trata de un granero construido en el siglo XVII que fue posteriormente utilizado como almacén hasta finales del siglo XIX.
Maison Tavel
El otro edificio de parada obligada es la Maison Tavel, la residencia privada más antigua de la ciudad. Convertida en museo, sus seis plantas están dedicadas a mostrar el desarrollo urbano y la vida cotidiana de los ginebrinos. Recrea diversas estancias antiguas, como una cocina, un salón o dormitorios y en el ático se puede ver una enorme maqueta de la Ginebra de 1850.

Parc des Bastions
Tras estas visitas, quizá puedas tomarte un descanso en el banco más grande del mundo. Ubicado en la zona vieja de la ciudad y rodeado de castaños, ofrece una vista muy buena del Parc des Bastions, nuestro siguiente objetivo.
El Parc des Bastions es el más representativo de Ginebra. Debe su fama sobre todo a sus ajedreces gigantes y al grandioso Muro de los Reformadores, de 9 metros de altura y casi 100 metros de largo, ocupado en su parte central por las esculturas de Calvino, John Knox, Guillaume Farel y Teodoro de Beza, iniciadores del movimiento protestante contra el catolicismo.
Targonol puede permitirse vivir en un caserón situado en sus inmediaciones gracias a su fortuna. En concreto, posee un “palacete espléndido en la calle Saint-Léger, enfrente del parque de Les Bastions. El colmo de la elegancia”.
Dicker describe el parque como un verde oasis idílico haciendo que lo atraviese Macaire de camino al banco:
“Fue calle de Jean-Sénebier abajo y luego cruzó el parque de Les Bastions por el paseo principal. Había un sol radiante. El aire era tibio y delicioso. En los árboles, los pájaros celebraban a voz en cuello la llegada de la primavera. Las alfombras de azafranes le daban color al césped de los parques, donde apuntaban macizos tulipanes. Los paseantes habían tomado por asaltos los bancos y la terraza del restaurante del parque; y delante de las altas verjas que separaban esa zona de la Place de Neuve se enfrentaban jugadores de ajedrez”.

La Corraterie
Llegarás así a la calle de La Corraterie, “que empezaba en el museo Rath y las murallas del casco antiguo”. Es esta la calle en la que tiene su sede el fictio Banco Ebezner, pero también en la que se ubican entidades financieras muy reales como Rothschild o Lombard Odier, el más antiguo de Ginebra fundado en 1796. Encontrarás muchas más sedes bancarias en las inmediaciones, así como talleres de relojes e instrumentos, palacetes, restaurantes y boutiques de lujo que podemos asociar a la Suiza más típica. El paso de los tranvías acentúa esta sensación.
Jardín Inglés
Estás a un paso del Ródano. Bordea el río hasta alcanzar el último puente, el de Mont Blanc, sin duda el más transitado de Ginebra. En la novela, los personajes lo atraviesan una y otra vez, pero tú párate en su inicio. Te hallas en el Jardín Inglés, célebre por su inónico reloj de flores. Está realizado con más de 6500 flores y plantas que cambian según la estación del año y, como no podía ser menos, da la hora con puntualidad suiza. Su segundero, de 2,5 metros, es la manecilla más grande del mundo.

Jet d’Eau
El puente de Mont Blanc es el último en la desembocadura del Ródano antes de convertirse en el Lago Léman, el más extenso de Europa Occidental con 72 kilómetros de longitud y otros 12 de anchura. El puente es, además, el lugar desde el que más fotografías se toman del Jet d’Eau, un chorro de agua que alcanza los 140 metros de altura y puede considerarse como el emblema turístico de Ginebra.
Playas de Ginebra
Siguiendo la orilla del lago hasta situarte enfrente del Jet d’Eau pasarás por las playas de Ginebra. Además de en una minúscula zona de arena, los mazacotes de hormigón que delimitan la orilla del lago son para los ginebrinos lugares estupendos para extender la toalla y tomar el sol. Si vas un día de calor, que no te extrañe tampoco encontrarte todo el borde de la carretera lleno de coches a pesar de estar prohibido (sí, estás en Suiza, aunque lo dudes). Hay hasta clubes de playa.
Cologny
En los límites de Ginebra, colina arriba, encontrarás Cologny, coqueto municipio repleto de lujosas mansiones. Algo así como La Moraleja ginebrina. En esta zona vivían los padres de Macaire, tienen él y Anastasia su preciosa residencia y es donde ella soñó compartir algún día su vida con Lev. La visita la hemos dejado al final del día por una sencilla razón:
“Tomaron un taxi y fueron hasta la finca. Etaba en lo alto de la colina de Cologny, junto al Pré Bryron, que brinda unas vistas de Ginebra y del Lago Léman que quitan el hipo”.
Si lo dice Dicker habrá que hacerle caso, ¿no?
Y, ya como colofón, quizás te apetezca cenar en Le Lion d’Or , “el mejor restaurante de Ginebra”, con vistas al lago Léman. Es, desde luego, el favorito de Macaire.
Accede al mapa para ver los puntos de interés

Día 2. Parques y multicuturalidad
Puente peatonal de Les Bergues
Hoy sí que vas a cruzar el Ródano. Y, aunque podrías hacerlo por numerosos puentes, te animamos a hacerlo por uno muy concreto, siguiendo una vez más los pasos de Macaire.
“Salió del banco y bajó por la calle de la Corraterie hasta llegar a la plaza de Bel-Air. Fue siguiendo luego el muelle de Bezanson-Hugues hasta el puente peatonal de Les Bergues. Se detuvo y disfrutó del paisaje nevado: el cielo azul reflejado en el lago, las montañas con la ciudad a sus pies, la isla Rousseau y , al fondo, el penacho del Jet d’Eau que se alzaba como un estandarte. Al otro extremo del puente se erguía el Hotel des Bergues. Macaire admiró la majestuosidad del edificio”.
Parque de la Perle du Lac
En la quinta planta del Hotel des Bergues, en la suite 515, vive Lev Levovitch. A un paso se halla el puente de Mont Blanc. Pásalo de largo y, atravesando varias zonas de muelles, continúa por el barrio de Paquis, en el que vivía Anastasia con su madre y su hermana, hasta desembocar en el parque de la Perle du Lac. La impresionante finca perteneció al fundador de Rolex, Hans Wildorf, y fue su mujer quien la bautizó como perla del lago por las impresionantes vistas al lago y el Mont Blanc, en la orilla opuesta. Se trata de un escenario idílico para la reunión en la novela entre Lev y el presidente francés, retratados en la portada de La Tribune de Genève.
“En la imagen, dos hombres andaban emparejados por el parque de la Perle du Lac, sonriéndose como dos amiguetes, rodeados de escoltas ante los ojos pasmados de los demás paseantes”.
Jardín Botánico
El Parc du Lac, prolongado por los parques Moynier y Barton (en donde llama la atención una magnífica villa neoclásica), conduce hacia el Jardín Botánico, otra de las visitas más recomendables en Ginebra. Centro de investigación, abre al público de marzo a octubre y cuenta con una colección de más de 16.000 plantas procedentes de todo el mundo, así como un espacio zoológico en el que sobresalen las especies de pájaros exóticos. Además, tiene un estanque y varios invernaderos. El más grande es el lugar en el que la Policía se encuentra con el primo de Macaire.
“En ese invernadero discreto, sin más testigos que las carpas de colores y las tortugas acuáticas, el jefe de la unidad de delitos económicos se acercó a él y le explicó largo y tendido las razones de aquella cita”.
La entrada es gratuita.
Palacio de las Naciones
Pegado al Jardín Botánico, en el centro del Parc d’Ariana, se erige el segundo mayor complejo de edificios de la ONU por detrás del de Nueva York: el Palacio de las Naciones. Ningún sitio mejor que este para empaparse de la multiculturalidad que se respira en toda Ginebra. Ofrece visitas guiadas en las que se pueden admirar sus obras de arte.
Broken Chair
Justo enfrente del paseo de banderas en donde se sitúa la entrada principal del Palacio de las Naciones, te llamará la atención la singular escultura de una gigantesca silla de madera con una pata rota. Se llama precisamente Broken Chair y tiene como finalidad recordarle a los jefes de Estado que visitan la ONU el peligro que suponen para la población civil las minas antipersona y las bombas de racimo.
La silla se alza en la Plaza de las Naciones, un extenso espacio abierto que invita al descanso y a refrescarse en los numerosos chorros que brotan de sus bloques de cemento.

Bains des Pâquis
Para terminar la jornada, te sugerimos regresar a orillas del Lago Léman y sumergirte en la Ginebra más popular y multicultural en los Bains des Pâquis, zona de balneario que se trata en realidad de un espigón rematado por un pequeño faro frente al Jet d’Eau. Siempre a rebosar de jóvenes y familias, tendrás ocasión de darte un baño en compañía de los cisnes del lago tanto en las piscinas naturales como en la pequeña playa artificial. O también puedes relajarte con sesión de hamman, sauna y masaje. El otro gran atractivo es un concurridísimo restaurante con mesas corridas bajo toldos y que tiene plato del día, aunque el menú que se suele pedir es prácticamente único: ensalada y fondue. Estamos en Suiza, ¿no? Eso sí, apuesto a que Macaire no vendría por aquí.

Victoria Hall o Grand Theatre
Si todavía te quedan fuerzas, tendrás que ir a cambiarte porque en el siguiente plan volverás a codarte con la gran sociedad ginebrina y exige un cierto decoro en el vestir. Como los adinerados personajes de ‘El enigma de la habitación 622’, te proponemos asistir a un concierto en el Victoria Hall, magnífico auditorio construido en honor a la reina inglesa Victoria entre los años 1891 y 1894, o a una ópera o un ballet en el Grand Theatre. Abierto en la Place Neuve en 1876, es toda una institución de la Suiza francófona y acoge el escenario más grande del país.
Accede al mapa para ver los puntos de interés

Día 3. Paseo por el Lago Léman, alguna visita más, compras
Todavía nos quedan muchas propuestas para que disfrutes de tu estancia en Ginebra. Pero sabemos que solo tienes un fin de semana. Así que ahora te toca elegir entre varias sugerencias que te hacemos.
Paseo por el Lago Léman
Puedes optar por cruzar el lago en alguno de los barcos amarillos que funcionan como transporte urbano uniendo las dos orillas ginebrinas con cuatro líneas y embarcaderos en diferentes lugares como Pâquis, Perle du Lac o Genéve-plage. Otra opción consiste en subirte en uno de los ferries de la La Compañía General de Navegación para realizar trayectos más largos y acercarte a otras poblaciones ribereñas, como Lausana o Montreaux. Teniendo en cuenta el tiempo del que dispones, te recomendamos visitar el bonito y pintoresco pueblo de Yvoire, en la orilla francesa y a una hora y media de navegación.

CERN (Centro Europeo para la Investigación Nuclear)
No todos los días se tiene la oportunidad de conocer el centro de investigación nuclear más grande del mundo. El CERN tiene su sede a poco más de siete kilómetros de Ginebra, si bien sus instalaciones y el famoso acelerador de partículas en el que se descubrió el bosón de Higgs atraviesan la frontera entre Suiza y Francia. Admite visitas guiadas (pueden reservarse en su página web y son gratuitas) y, en todo caso, su centro de recepción resulta de por sí interesante.

Barrio de Carouge
Calles empedradas y edificios bajos con fachadas en color pastel, coquetas plazas y un ambiente bohemio marcan la fisonomía de Carouge, el denominado barrio italiano de Ginebra. Mandada construir por el duque de Saboya imitando el trazado de Niza, fue ciudad independiente hasta 1816.
Barrio de Les Grottes
Otro barrio peculiar, en las antípodas del anterior, es el de Les Grottes, Ubicado justo detrás de la estación de Corvavin, la estación central de la ciudad, sus bloques de edificios se caracterizan por las líneas curvas y los colores chillones de sus fachadas. Esta sorprendente arquitectura inspirada en la obra de Gaudí le ha hecho ser conocido como el barrio pitufo.

Parque La Grange
Situado justo enfrente del Jet d’Eau en la orilla opuesta a los Bains des Pâquis encontramos otra de las grandes zonas verdes de Ginebra. Hablamos del Parque de La Grange, donde podrás buscar más de doscientas variedades de rosas. Se encuentra unido al parque de Eaux-Vives, el barrio en el que vive la asistenta de Macaire. Para ser concretos, en la calle de Montchoisy.
El parque de La Grange no solo es inmenso y posee distintas áreas bien diferenciadas, sino que tiene una zona de juegos infantiles maravillosa que incluye un pequeño estanque para poner a los peques a remojo. ¡Con lo fácil que sería hacer algo así en otros lugares!

Relojes, antigüedades y chocolate
Por supuesto, no podíamos olvidarnos de las compras. Volviendo a la novela de Jöel Dicker, puedes pasarte por Bongerie, “los grandes almacenes de lujo de Ginebra” en los que trabaja la madre de Anastasia. Y aunque no tenemos constancia de la existencia de Kaham, “un joyero anciano que llevaba décadas en la calle de Étienne-Dumont, en el centro del casco antiguo de Ginebra” y que vendió una famosa sortija, lo que sí es seguro es que en esa misma calle se ubica la joyería Gregoire. Estás por lo demás en el lugar idóneo para comprar relojes, antigüedades o simplemente una caja de bombones.
Accede al mapa para ver los puntos de interés

Cuestiones prácticas
Transportes y alojamiento
Puedes volar a Ginebra desde España con Iberia, Swiss o compañías low cost como Easyjet. Los billetes no son caros. Desde Santiago con Easyjet nos salieron por 120 euros los cuatro ida y vuelta, no te digo más. El problema para los presupuestos ajustados se plantea a la hora de buscar alojamiento. La ciudad ostenta el honor de ser una de las más caras del mundo. El nivel de vida es alto no solo en la novela de Dicker y puedes encontrar un amplio abanico de hoteles de cinco estrellas. Dos de ellos tienen gran protagonismo en El enigma de la habitación 622: uno es el Hotel des Bergues en el que vive Lev Levovicth, ubicado entre los puentes de Les Bergues y Mont Blanc, y el otro el Beau Rivage de Pâquis en el que finje estar alojada la madre de Anastasia.

Existen, no obstante, otras opciones más económicas de alojamiento, que no baratas. Los precios van bajando a medida que nos alejamos del lago y que disminuyen las estrellas. También puedes probar con apartamentos turísticos, albergues o campings (ubicados en los alrededores de la ciudad). Y después está el plan B: alojarse en Francia. No es nada descabellado si tenemos en cuenta que Ginebra es una ciudad fronteriza y que el mirador desde el que podemos disfrutar de las mejores panorámicas se encuentra precisamente en el país vecino. En concreto, en el Mont Saléve, lugar de esparcimiento al que los ginebrinos suben en teleférico. Nosotros nos alojamos en un apartamento que quedaba muy cerquita encantados de la vida.
Lo que tendrás que tener en cuenta entonces es el tiempo que necesitarás para los desplazamientos y que quizás te convenga alquilar un coche. También es conveniente que sepas que todos los hoteles, albergues y cámpings de Ginebra facilitan a sus húespedes gratuitamente una tarjeta de transporte urbano, que puedes utilizar en el tranvía, el autobús o el barco durante toda tu estancia. Incluso para llegar desde el aeropuerto al centro de la ciudad, del que dista apenas cuatro kilómetros.
Comer en Ginebra
Empezamos nuevamente con establecimientos mencionados en la novela. Ya hablé de Le Lion d’Or de Cologny y ahora le toca el turno al Cafe Remor, en el que quedaban Macaire y Anastasia
“Quedaban para tomar el té en el Remor, ese café un tanto intelectualoide que estaba en la plaza de Le Cirque, y podían pasar allí las horas muertas»
Además de bebidas, presenta una carta de ensaladas o sandwiches en el casco histórico de Ginebra.
Comer, igual que el alojamiento, no es barato. Puedes notar claramente la diferencia con respecto a España en los precios de cadenas de comida rápida como McDonald. Lo que sí encontrarás en una amplia oferta de todo tipo de establecimientos y opciones internacionales, como no puede ser menos en una ciudad tan cosmopolita como Ginebra. El queso y las salchichas son ingredientes básicos en muchos platos típicos. La fondue o la raclette, ambas a base de queso fundido, son los más conocidos. Una receta típica, que además se encuentra entre los más económicas, es el alplemakkaronen: macarrones con queso, tocino y nata.

Si eres de producto local, acércate el domingo a la explanada de Planpalais, donde tiene lugar un mercado de agricultores (miércoles y sábados el protagonismo lo tienen las antigüedades).
Tratado Schengen
En Ginebra se habla francés. Pero Suiza cuenta con otros tres idiomas oficiales y es muy habitual que los ginebrinos sepan también italiano o alemán. Además, suelen hablar en inglés y no te sorprendas si lo hacen en español (y no solo los muchísimos emigrantes que podrás encontrar trabajando en hoteles y restaurantes). La facilidad de los suizos para los idiomas es asombrosa.
La moneda es el franco suizo (CFH), pero normalmente no te pondrán ningún problema por pagar en euros. Aunque Suiza no pertenece a la Unión Europa, es uno de los países adscritos al Tratado Schegen por lo que no necesitas pasaporte para entrar en el país y podrás utilizar tu tarjeta sanitaria europea en caso de necesitarlo. De lo que no vas a poder disfrutar es de roaming para navegar por internet tal y como lo harías en España. Así que mucho ojo con tirar de datos móviles para descargar mapas o consultar información turística porque ya te adelantamos que la factura no va a ser nada barata. Consulta, en todo caso, con tu compañía si dispone de alguna tarifa especial.
Alquiler de coches
Tres apuntes si alquilas un coche. El primero es que seguramente te lo darán con el distintivo que te permite circular gratuitamente por todas las autopistas del país (una pegatina en el parabrisas del automóvil del estilo de del nuestra ITV llamada vignette que se paga una vez al año).
El segundo se refiere al aparcamiento en la calle. En Ginebra, y casi todas las demás ciudades suizas, es de pago. No obstante, es frecuente que los vehículos dispongan de un disco de cartón azul (denominado macaron) válido para todo el país que te permite aparcar gratuitamente en algunas zonas durante un tiempo limitado. Si no lo tienes, puedes pedirlo sin coste en una oficina de turismo.
Por último, ten en cuenta que cualquier exceso de velocidad se paga aunque sea de solo un kilómetro (y damos fe, por ir tres por encima por autopista). Los límites están establecidos en 50 km/h. en ciudad, 80 km/h. en carreteras y 120 km/h. en autopistas, pero además dependen de las condiciones meteorológicas.