Desde que en mayo se inauguraron el Bosque de Galicia en el monte Gaiás y el Jardín Literario en la Cidade da Cultura hemos ido ya unas cuantas veces, las primeras semanas con mucha asiduidad debido al furor que provocó en los comandantes antonautas el Parque da Balea. Tras un breve descanso, hemos vuelto en estos días para conocer el Parque do Lago.
Con tiempo, nos gusta dejar el coche en el aparcamiento anexo al Multiusos y entrar al Bosque de Galicia por la primera de las dos entradas que tiene en la Avenida de Diego Bernal, que, por cierto, ya cuenta con paso de cebra.
La ladera del monte Gaiás la recorren varios senderos de tierra compacta, cemento y grava, y se ha reforestado con especies autóctonas, aunque hay que decir que los jóvenes árboles pasan actualmente bastante desapercibidos entre matorrales y hierbas y, por supuesto, todavía no dan sombra. La tentación de los comandantes son los focos bajos que nos acompañan en el recorrido y tanto sirven como atalayas para mejorar las vistas como para descansar en la subida, si bien hay bancos de piedra diseminados en el trayecto. De frente, destacan el Seminario Menor de Belvís con las torres de la Catedral detrás.
Yendo hacia la derecha, nos encontraremos al final con una valla que delimita la zona de paseo de una segunda fase del Bosque y que está en obras. Volvemos, pues, hacia atrás para llegar a una pequeña zona arbolada con un banco estratégico y vistas hacia el Multiusos, Fontiñas y As Cancelas, que constituye la guarida o el escondite perfectos.
Junto a un panel solar próximo se ve ya la estructura de la Balea pero, ahora que se puede porque está la tierra seca, bordeamos el edificio del Museo por detrás y accedemos de forma no muy ortodoxa al recinto de la Cidade da Cultura para recalar en el Jardín Literario.
Entre plantas, flores y árboles se suceden bancos y senderos, uno de los cuales lleva al lago que ahora ocupa la hondonada que se había abierto para asentar los cimientos del Centro de Arte Internacional, uno de los dos edificios del proyecto inicial de la Cidade da Cultura que no llegaron a construirse y que se convirtieron en bolsas de agua.
También encontramos en esta área placas que, haciendo un círculo, recuerdan a trece escritores gallegos y alguna de sus obras, desde el trobador medieval Airas Nunes hasta el último homenajeado el Día das Letras Galegas, Manuel María, pasando por Rosalía, Curros, Pondal…
Llegamos a continuación a una plaza o pequeño auditorio más recogido y, bordeando las torres Hedjuk, alcanzamos el primer parque infantil del recorrido con un pequeño rocódromo, balancines y una silla giratoria. En la gran plaza que se abre delante se suceden bancos blancos flanqueando un estanque con fondo de piedras.Estamos justo detrás de los edificios del Archivo y la Biblioteca. Tenemos, cómo no, que acercarnos a ver una vez más la gigantesca bola de libros que da la bienvenida si se accede a la Cidade da Cultura desde el parquin superior y que a nuestros comandantes les encanta.
Volviendo sobre nuestros pasos, ahora sí por fin nos vamos al Parque da Balea, que, de un alegre color naranja, esconde en sus fauces y una cola altísima juegos para trepar y dos toboganes de tubo. También cuenta el parque con varios balancines y, unos metros más allá, con una hamaca circular, además de con una fuente y enormes tiestos de tierra en los que se han plantado árboles. El espacio homenajea al pintor coruñés Urbano Lugrís, inspirándose en su obra.
Cansados pero siempre con protestas, iniciamos el descenso por la ladera pegada a la carretera que sube a la Cidade da Cultura. Es un tramo agradecido por la presencia de árboles y sombras y porque podemos entretenemos buscando los pequeños nidos que penden de las ramas y que, de acuerdo con los dibujos representados, acogen pájaros y también murciélagos. Vemos por este lado la AP-9 y las casas de Viso, Fontiñas y el parque Carlomagno o As Cancelas.
Una bifurcación a escasos metros nos permite elegir entre volver al Multiusos por los senderos que hemos recorrido al principio o encaminarnos al parquin de la CdC. Nos decantaremos hoy por esta última opción para, siguiendo las escaleras, situarnos frente al paso de peatones que nos lleva al nuevo Parque do Lago.
Aquí encontramos en primer lugar una amplia zona de merendero con suelo de cemento, dotada con numerosos bancos y mesas de madera y, a la derecha, una pequeña área con aparatos para hacer ejercicio y una zona de arboleda.
Un camino a la izquierda conduce a la segunda entrada al parque y a la zona del lago, un estanque artificial también generado a raíz de los trabajos llevados a cabo para construir la Cidade da Cultura, que está lleno de nenúfares y ranas. Una plataforma de madera acoge bancos que permiten sentarse tranquilamente a oír el croar de las ranas o el trino de los pájaros (y los gritos de satisfacción de los niños que no son capaces de resistirse a la caza de renacuajos).
El sendero continúa, flanqueado ahora a la derecha por una carballeira (robleda), al tercer acceso al parque y nosotros bajamos la carretera para volver al punto de partida.
En una sola tarde hemos paseado al aire libre, hemos visto panorámicas de Santiago, hemos jugado en dos parques, hemos disfrutado de dos lagos… Si pensamos que, además, a la Cidade da Cultura venimos con cierta frecuencia para participar en talleres, ver exposiciones o asistir a espectáculos o a actividades como las Visitas Astronómicas o la Cidade Imaxinaria, podemos decir que se ha convertido en la gran área de ocio para familias en Compostela… con permiso de las ventoleras, eso sí y, hasta que no crezcan los árboles, también del sol. Nosotros, además, hubiéramos colocado el merendero en las proximidades del Parque da Balea pensando, por ejemplo, en una celebración de cumpleaños. Pero no nos han consultado 🙂
Y vosotros, ¿qué opináis? ¿Tenéis algún rincón preferido?
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