
Los antonautas hemos aprovechado estos días soleados para ir a conocer el nuevo paseo por las Brañas do Sar. Es este un valle fluvial ubicado al este de la ciudad y que toma su nombre de las tierras encharcadas (brañas) provocadas por las crecidas de las aguas del Sar, río que inmortalizó Rosalía y que, quizás por ello, nos evoca más la zona de Padrón pero que nace en el propio municipio de Santiago (como también lo hizo nuestra escritora más universal). En concreto, el Sar nace en Bando, parroquia en la que se encuentra el Monte do Gozo.
Nosotros visitamos el nuevo parque fluvial en dos ocasiones. En una de ellas nos adentramos en el mismo desde el parque Eugenio Granell -por el túnel que discurre bajo la rotonda de Amor Ruibal-, y en la otra desde el aparcamiento habilitado tras el grupo de las viviendas sociales de Pontepedriña.

El paseo principal lo constituye un sendero ancho y compacto ubicado entre el río Sar y la rúa Clara Campoamor. Este sendero une Pontepedriña con el puente de Sar y es perfectamente apto para sillas de bebés, triciclos o patinetes. Si venimos por el túnel, nos encontramos con él de frente; si dejamos el coche en el aparcamiento, atravesaremos una recién estrenada pasarela de madera. Alcanzamos así una de los espacios naturales donde más se nota la intervención realizada y que más llama la atención al conjugar agua, piedra y vegetación.

A continuación, pasamos ante una zona de huertos urbanos y, unos metros más adelante, nos topamos con la llamada Fonte dos Capitáns, que cuenta con una pequeña área de descanso, ideal por lo que hemos visto para las tertulias al sol de los mayores.

El camino no es muy largo, por lo que enseguida visualizamos los edificios anexos a la colegiata de Sar y, a través de una senda enlosada y ya más estrecha que bordea los muros y jardines del recinto eclesiástico, llegamos al puente de Sar. Sin duda son estos últimos metros, junto a los iniciales, los más espectaculares del recorrido.

He de reconocer que nosotros, jugando a los exploradores, tomamos el camino por la otra margen del río. El acondicionamiento como paseo está todavía en obras, circunstancia que constatamos que no desanima a ciclistas, corredores e incluso paseantes que sólo necesitan llevar calzado adecuado para no acabar con él hundido en las brañas, como fue nuestro caso. Un pequeño puente o pasarela de madera nos recondujo, por suerte, al recorrido principal. Aunque no escarmentamos: la próxima vez nos atreveremos a adentrarnos por alguno de los caminos transversales. Y, además, continuamos la excursión. ¿Por dónde? Os lo contamos en el próximo post 🙂
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